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  • Antonio Martínez

Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino

Una de las películas que me llamaron la atención de niño fue Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino, una de las obras más conocidas del escritor francés Julio Verne, a quien muchos señalan como el fundador de la ciencia ficción. En esta historia, Verne imaginó un mundo submarino con una tecnología desarrollada al margen del mundo superficial. Uno de sus protagonistas, el capitán Nemo, buscaba infructuosamente crear un mundo propio centrado en el avance de la ciencia submarina.


Durante la campaña oceanográfica E-impact, me he dado cuenta de que esta visión, como tantas otras de Julio Verne, se ha cumplido al menos en parte. En el océano no funciona gran parte de la tecnología electromagnética en la que se apoya la sociedad actual debido a que las ondas electromagnéticas no penetran en el agua. En el interior del océano no se puede llamar por teléfono, ni enviar whatsapps, ni por supuesto, oír partidos de fútbol por la radio ni por TDT. Las imágenes de satélite sirven para estudiar la superficie oceánica, pero no sus capas profundas, lo que ha hecho que gran parte de sus misterios todavía permanezcan sin descubrir.


Resulta paradójico que las ondas electromagnéticas nos hayan permitido estudiar galaxias situadas a miles de millones de años luz y que, sin embargo, no puedan proporcionar información del interior de los mares de nuestro propio planeta.


Charlando con Arturo Castellón, experto acústico y técnico de ecosondas de la campaña, me hizo caer en la cuenta de que la oceanografía y las pesquerías han actuado como impulsoras del desarrollo de la tecnología acústica. Se ha hecho además emulando a los mamíferos marinos. Así por ejemplo se han creado ecosondas, como la EK500 que utilizamos en la campaña, capaz de detectar organismos a distintas profundidades.


Arturo y yo.

Lo puede hacer con una señal de baja frecuencia que permite detectar bancos de gran tamaño, como hacen las ballenas para buscar zonas ricas en zooplancton. También puede utilizar señales de alta frecuencia como hacen los delfines para detectar la presencia de peces individuales. Otro instrumento desarrollado en oceanografía es el ADCP o perfilador acústicos Doppler de corrientes. Este instrumento escucha los ecos que retornan después de reflejarse en las partículas en suspensión que se mueven con el agua y con ello estima perfiles completos de velocidades de la corriente hasta 800 metros de profundidad. Sin duda un logro a la altura del capitán Nemo.


En la campaña E-impact estamos utilizando dos ADCPs de distintas frecuencias (75 y 150kh) para medir las corrientes de la zona. Gracias a ellos hemos podido encontrar los centros de los remolinos Nublo, Anaga y Garajonay, y llevar a cabo este proyecto de investigación tan interesante. Así que los oceanógrafos tenemos algo de capitanes Nemo del mundo actual. Como te habrás dado cuenta, si todavía sigues leyendo este blog, tengo algo de friquismo tipo Sheldon Cooper…. pero esto es tema para otro blog en la campaña de noviembre.  


Procesando datos.



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